viernes, diciembre 23, 2005

Adiós, Bandera Roja nuestra
Yevgueni Yevtushenko.


ADIÓS, Bandera Roja nuestra.
Descendiste del techo del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como hace muchos años te izaste
sobre el destrozado Reichstag,
humeante como la última bocanada de Hitler.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Fuiste nuestro hermano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
fuiste la esperanza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti ocultabas al gulag
repleto de cadáveres helados.
¿Por qué lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Acuéstate.
Reposa.
Recordaremos a todas las víctimas
engañadas por tu dulce susurro rojo
que sedujo a millones a seguirte como corderos
camino al matadero.
Pero te recordaremos
porque no fuiste tú menos engañada.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
¿Acaso fuiste sólo un trapo romántico?
Estás ensangrentada
y con nuestra sangre te arrancamos
de nuestras almas.
Por eso no podemos arrancarnos
las lágrimas de los enrojecidos ojos,
porque tú ferozmente
golpeaste nuestras pupilas
con tus pesadas borlas doradas.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Obtusamente dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre tu seda herida
y sobre nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia.
¡Eh, muchedumbre,
no pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago!

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Abre con fuerza el puño
que te aprisionó.
Trata de ondear algo rojo sobre la guerra civil
cuando los canallas intenten arrebatar
de nuevo tu pabellón,
o sólo los desahuciados
formen fila en busca de esperanza.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Te despliegas hacia nuestros sueños.
Ya no eres más
que una escuálida franja roja
en nuestra bandera rusa tricolor
En las inocentes manos de la blancura
en las inocentes manos del azul,
quizás aun tu color rojo
pueda ser lavado de la sangre que has vertido.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Cuidado nuestra nueva tricolor.
Cuidado con los tahúres de banderas
que quieren estrujarte entre sus dedos grasientos.
Pudiera ser que a ti también te
deparen igual sentencia
que a tu hermana roja:
ser asesinada por nuestras propias balas
que devoran tu seda como polillas de plomo?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
En nuestra ingenua infancia
mas al Ejército Rojo y al Ejército Blanco
Nacimos en un país que ya no existe.

Pero en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados.
Tú, Bandera Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado.
Prostituidos mercaderes te venden por divisas
Dólares, francos, yenes.
Yo no tomé el Palacio de Invierno del zar.
Ni asalté el Reichstag de Hitler.
Ni soy lo que llamarías un comunista.
Pero te acaricio, Bandera Roja, y lloro.


http://rodolfochka.pixa.ws/index.php...41219&blogId=1


http://en.wikipedia.org/wiki/Yevgeny_Yevtushenko








The Heirs of Stalin

Mute was the marble.
Mutely glimmered the glass.
Mute stood the sentries,
bronzed by the breeze.
Thin wisps of smoke curled over the coffin.
And breath seeped through the chinks
as they bore him out the mausoleum doors.
Slowly the coffin floated,
grazing the fized bayonets.
He also was mute--
he also!--
mute and dread.
Grimly clenching
his embalmed fists,
just pretending to be dead,
he watched from inside.
He wished to fix each pallbearer
in his memory:
young recruits
from Ryazan and Kursk,
so that later he might
collect enough strength for a sortie,
rise from the grave,
and reach these unreflecting youths.
He was scheming.
Had merely dozed off.
And I, appealing to our government,
petition them
to double,
and treble,
the sentries guarding this slab,
and stop Stalin from ever rising again
and, with Stalin,
the past.
I refer not to the past,
so holy and glorious,
of Turksib,
and Magnitka,
and the flag raised over Berlin.
By the past, in this case,
I mean the neglect
of the people’s good,
false charges,
the jailing of innocent men.
We sowed our crops honestly.
Honestly we smelted metal,
and honestly we marched,
joining the ranks.
But he feared us.
Believing in the great goal,
he judged
all means justified
to that great end.
He was far-sighted.
Adept in the art of political warfare,
he left many heirs
behind on this globe.
I fancy
there’s a telephone in that coffin:
Stalin instructs
Enver Hoxha.
From that coffin where else does the cable go!
No, Stalin has not given up.
He thinks he can
cheat death.
We carried
him
from the mausoleum.
But how remove Stalin’s heirs
from Stalin!
Some of his heirs tend roses in retirement,
thinking in secret
their enforced leisure will not last.
Others,
from platforms, even heap abuse on Stalin
but,
at night,
yearn for the good old days.
No wonder Stalin’s heirs seem to suffer
these days from heart trouble.
They, the former henchmen,
hate this era
of emptied prison camps
and auditoriums full of people listening
to poets.
The Party
discourages me
from being smug.
"Why care?"
some say, but I can’t remain
inactive.
While Stalin’s heirs walk this earth,
Stalin,
I fancy, still lurks in the mausoleum.


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